sábado, 31 de mayo de 2014

¿Qué es compartir?

A lo largo de nuestra vida y desde muy pequeños una de las primeras cosas que escuchamos al convivir con otros es el tema del compartir pero, realmente, ¿Sabemos qué es compartir?¿Qué se puede compartir? ¿Existe algo "incompartible"?
Compartir significa, a mi criterio, dejar que algo mío pase a ser un algo nuestro, desde un simple objeto material o una situación concreta hasta la misma vida.
Puede compartirse un sentimiento, un pensamiento, una mirada, un breve silencio. El compartir nos une a un otro, nos aleja del yo para ser nosotros. Se abandona él, para ser ellos. Implica un trato solidario entre dos partes, un vínculo.
Los ojos comparten protagonismo en un rostro para alcanzar el mirar, como los oídos para escuchar un cantar o la melodía de un instrumento sonar. Se comparte, desde el comienzo, desde todo empezar. Los hermanos comparten padres, los amigos comparten secretos, y los demás compartimos la simple existencia en este camino de la vida.
Compartir, como antes decíamos, es un delegar, un sacrificar pero a la vez implica un gran amor, un aprecio particular. ¿Qué es el amor? Es salir de uno mismo, según mi opinión, es volverse al otro al escuchar su voz. Es un servicio a su felicidad, compartiendo la mía.
La tristeza también se comparte, pero no como una negativa o un pesimismo que desanima, sino para ser más llevadero. Dicen los apuntes de ciencia y metodología  que el sistema de análisis consta de separar un  problema en tantas partes como sea necesario para su mejor solución, y así se lleva una tristeza, desparramando lazos de afecto y amor que nos ayuden a sobrellevarla, a levantarnos tras cada caída, a seguir luego de trastabillar.
Compartir la vida es ser un poquito del otro, y dejar a ese otro ser un poquito de mí. Es repartir el corazón en tantas partes como sea necesario para poder vivir del amor que tanto nutre y alimenta el espíritu.
Compartir es acrecentar los lazos que nos unen, es vincular nuestros corazones en una sola canción que celebra la vida, tanto la mía, la tuya, como la nuestra.

¡Que compartan una hermosa semana! Saludos, Beta.




lunes, 26 de mayo de 2014

Estimad@ Lector: Después de un tiempo de lejanía volvemos al camino del arte y la letra. La idea inicial de este retorno es poder llevarles un nuevo escrito cada semana, ya sea para reflexionar un poco, o para leer poesía. Esperemos lograr este cometido y no volver bajo la alfombra por otro año.
Para el regreso quiero compartirles un poquito de lo que pasó por mi cabeza y mi corazón en este cambio de etapa que es pasar del fiestero y último sexto año del secundario al diferente y primer año de facultad, al cambio de ese cole protector y familiar donde empecé el jardín de infantes y terminé la secundario, con uniforme común y profes cariñosas, al edificio tan grande que representa la universidad, con algunos profes buenos, y otros no tanto, donde ya no somos todos tan parecidos, si no que hay de todo un poco.

Cuaderno de Navegación:

Es otro año y este año es nuevo. El entorno es nuevo. Esta piel es otra, otra pero a la vez la misma: mutable e inmutable como la vida misma, como mi forma de pensar, como el camino que transito cada día para volver a casa. Cambia y no cambia. Es el mismo pero de formas distintas. Un camino tan mio y transitado, desde un primer día con mochila de tela, con nombre bordado y mamá atando mis cordones. Más tarde, el mismo camino, pero con otra persona. Una persona más grande, con otro uniforme y carrito a cuestas, con libros, carpetas y cartuchera, dejando detrás los cuentitos y galletas del jardín. Un sonido distinto, los pasos acompañados por el sonido de las ruedas sobre el camino, entre los surcos de las distintas baldosas.
Baldosas tuyas y mías, camino.
Camino que veía con ojos de niña y trenzas en el pelo, años más tarde con otra altura, con la piel distinta y un poco castigada por la edad, esa en la que "adolecemos", dicen los más grandes. Aunque esa adolescencia a varios les dura mucho más de lo que debería. Esa etapa del cambio y no cambio, del soy esto y no aquello, del "yo se lo que hago" sin saber demasiado, en realidad.
Y hoy, también, con paso más firme, sigo en ese mismo camino. La piel cambió de nuevo, dejo sus colores blanco y negro, propios del uniforme, cambió el brillo en los ojos y la forma de mirar.
Camino tan propio y tan ajeno, como esa puerta con la que me encuentro a diario aunque cambie y cambiemos sigue siendo mía y sigo siendo suya, porque soy parte de sus ladrillos y él es, edificio tan grande, una más de mis costillas, porque también soy su historia y él parte de la mía, coexistimos y nos constituimos.
Colgué mi piel blanca y negra ese último día, fue la última vez que estuvo conmigo, que nos compartimos. Me la quité sin prisa, pero sin pausa. Era el momento, lo sabía y lo estaba esperando.
Al día siguiente pasó por un lago de mimos y olvidos, que le quitaron las manchas de mi camino, mis rasgos y experiencias, y esa piel pasó a un nuevo armario, como yo a un nuevo edificio. Un armario nuevo, con ropa distinta y de otro tamaño, ahí quedó esa antigua piel que tuve, que tanto me dio. Ya no es tan mía, pero a la vez lo es y lo será por siempre, porque como he entendido al final este camino, soy parte de su historia  ella de la mía.

                                                                                                     Beta